EL TEMPLO DEL CIELO Y DE LA TIERRA
En el viejo Henan,
China, una capa fría, acompañada por una intensa neblina se tragaba
todo el país, se extendía en el norte tan lejos como Hebei y después bajaba
hasta atrapar Anhui. Eran los primeros días de octubre, y el frío calaba
los huesos con la amenaza de un invierno cruel.
Era el 1519 d.c. Regía la
dinastía Shang. Su extensión territorial, abarcaba el valle del Rio Amarillo.
En
el monte Song, uno de los montes sagrados de China, el bosque joven cobijaba "El Templo del Cielo y de la Tierra". El templo combinaba el entrenamiento con la
moralidad. Los monjes mantenían una práctica religiosa. Consolidaba la
práctica del budismo Chan con las artes marciales de China.
El
Maestro Ta Mo, del estado de Liang, experto de Wushu, enseñaba a los monjes
Shaolin Chuan, el "Puño de Shaolin". El arte de la defensa personal. La
vida y el entrenamiento para fortalecer el cuerpo y el espíritu, requería mucha
dedicación. El templo había establecido doce reglas inviolables. La desobediencia
se castigaba con abandonar el templo.
Estas
características hicieron que aprender en el Templo Shaolin se convirtiera en un
símbolo de respeto y dignidad.
La
proximidad del templo a la ciudad de Luoyang, capital de la dinastía, más que
bienestar, creaba ciertas complicaciones. Conflictos que estaban por definirse y
le otorgarían a su Abbott una notoriedad legendaria.
En
este periodo el templo era dueño de grandes extensiones de tierra las cuales
requerían un gran número de trabajadores; así como también se ofrecía
"santuario" a aquellos que deseaban escapar de persecuciones;
criminales, personas las cuales en muchos casos traian su conocimiento
marcial dentro del templo. Muchos "monjes" vivían en los alrededores
del monasterio Shaolin, violaban las reglas y doctrinas budistas.
Estos
eventos le dieron la oportunidad a un hombre para que ganase acceso a sus
muros. Un estudioso de nombre Du Mo.
DU MO
En
el pórtico de una casa afluente de Luoyang, un hombre mayor, ricamente vestido,
descendió de un carruaje tirado de un caballo negro. Endosaba un costoso Hanfu,
un vestido de abrigo arriba y falda abajo con una gran faja que lo ataba. Su
traje, estrecho y apretado, lo cubría hasta el suelo. Sus vestiduras lo
definían como una persona afluente, acostumbrado a desempeñar funciones en
una alta clase social. El Hanfu estaba lleno de dibujos de nubes y murciélagos,
su color dorado resaltaba en su indumentaria. Unas botas de piel de oveja y un
turbante con forma de barril cuadrado, con solapas que cubrían sus orejas,
completaba su ajuar.
Du
Mo se había preparado con cuidado para su viaje. Su porte era de gran
autoestima, casi presuntuoso. Su perfil y una sonrisa era lo único expuesto a
los elementos. Saboreaba un plan y sabía cómo llevarlo a cabo.