viernes, 3 de marzo de 2017

EL TEMPLO DEL CIELO Y DE LA TIERRA





EL TEMPLO DEL CIELO Y DE LA TIERRA

En el viejo Henan, China, una capa fría, acompañada por una intensa neblina se tragaba todo el país, se extendía en el norte tan lejos como Hebei y después bajaba hasta atrapar Anhui. Eran los primeros días de octubre, y el frío calaba los huesos con la amenaza de un invierno cruel.
Era el 1519 d.c. Regía la dinastía Shang. Su extensión territorial, abarcaba el valle del Rio Amarillo.
En el monte Song, uno de los montes sagrados de China, el bosque joven cobijaba "El Templo del Cielo y de la Tierra".  El templo combinaba el entrenamiento con la moralidad. Los monjes mantenían una práctica religiosa. Consolidaba la práctica del budismo Chan con las artes marciales de China.
El Maestro Ta Mo, del estado de Liang, experto de Wushu, enseñaba a los monjes Shaolin Chuan, el "Puño de Shaolin". El arte de la defensa personal. La vida y el entrenamiento para fortalecer el cuerpo y el espíritu, requería mucha dedicación. El templo había establecido doce reglas inviolables. La desobediencia se castigaba con abandonar el templo.
Estas características hicieron que aprender en el Templo Shaolin se convirtiera en un símbolo de respeto y dignidad.
La proximidad del templo a la ciudad de Luoyang, capital de la dinastía, más que bienestar, creaba ciertas complicaciones. Conflictos que estaban por definirse y le otorgarían a su Abbott una notoriedad legendaria.
En este periodo el templo era dueño de grandes extensiones de tierra las cuales requerían un gran número de trabajadores; así como también se ofrecía "santuario" a aquellos que deseaban escapar de persecuciones; criminales, personas las cuales en muchos casos traian su conocimiento marcial dentro del templo. Muchos "monjes" vivían en los alrededores del monasterio Shaolin, violaban las reglas y doctrinas budistas.
Estos eventos le dieron la oportunidad a un hombre para que ganase acceso a sus muros. Un estudioso de nombre Du Mo.


DU MO

En el pórtico de una casa afluente de Luoyang, un hombre mayor, ricamente vestido, descendió de un carruaje tirado de un caballo negro. Endosaba un costoso Hanfu, un vestido de abrigo arriba y falda abajo con una gran faja que lo ataba. Su traje, estrecho y apretado, lo cubría hasta el suelo. Sus vestiduras lo definían como una persona afluente, acostumbrado a desempeñar funciones en una alta clase social. El Hanfu estaba lleno de dibujos de nubes y murciélagos, su color dorado resaltaba en su indumentaria. Unas botas de piel de oveja y un turbante con forma de barril cuadrado, con solapas que cubrían sus orejas, completaba su ajuar.
Du Mo se había preparado con cuidado para su viaje. Su porte era de gran autoestima, casi presuntuoso. Su perfil y una sonrisa era lo único expuesto a los elementos. Saboreaba un plan y sabía cómo llevarlo a cabo.

jueves, 2 de marzo de 2017

LA MALDICIÓN DE OMYODO

LA MALDICIÓN DE OMYODO

El Anciano y El Cuervo     

Una planicie solitaria y lúgubre era castigada por una copiosa nieve que dificultaba el paso.   En la oscura penumbra se distinguían las sombras secas y torcidas de los escuálidos árboles quemados por el frío; sus ramas incapaces de sostener los copos de nieve que las cubrían; un panorama que se extendía hasta los confines con el horizonte.

Chispeando como una alucinación, se veía la leve luz de una llama en la distancia. Un anciano se aferraba a su pálido fulgor; la única señal que alimentaba su necesidad de encontrar un refugio.  El techo de una cabaña se delineaba entre las sombras que preceden a la noche, definiéndose más sólidas según el hombre se acercaba.   A través de las ventanas emergía el resplandor de la manteca quemándose en las lámparas que iluminaban una placentera estancia ocupada por tres pequeños y una mujer.  El anciano consideró por un segundo que podía estar muerto, cuando un delicado perfume de mirra comenzó a inundar su olfato. Tocó a la puerta.

sábado, 21 de enero de 2017

El Personaje


El hombre parecía haberse escapado de las mismísimas páginas de un libro de J R R Tolkien, pero lo que era una verdadera hazaña era llamar la atención en el mismo corazón del South Beach de Miami.

Para darles una idea, resaltaba sobre el hombre que andaba desnudo por la calle cubierto tan solo de una boa constrictora. Ah, y se me olvidaba, y en cuyo pene tenía tatuada la trompa de un elefante; ¡se imaginaran su tamaño!

Sobresalía por encima de Tony López, el cubano que diseñó las maquetas originales del Monumento al Holocausto en Miami Beach. Este se paseaba en bicicleta por toda la playa con Pepe su gallo, firmemente afincado a los manubrios.

Despuntaba sobre los transexuales capaces de seducir a cualquier macho despistado que no fuese del vecindario.